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Las papas a la francesa son Belgas, no Francesas 😱

Desde que era muy chiquita, siempre fui una persona muy indecisa. Un día quería una cosa, al día siguiente otra: me compraban un juguete nuevo, y al siguiente día no lo pelaba (mi atención ya estaba en otra cosa); un día quería un helado de chocolate, y al otro quería un helado de vainilla; y así fui creciendo, cada vez más indecisa que antes. Mientras crecía, mis decisiones se fueron convirtiendo más serias, ¿qué estudiar en la universidad? ¿psicología? ¿comunicación? ¿cine? Incluso un día pensé en estudiar medicina, ¿no estudiar? ¿qué hacer con mi vida?

Al fin de todo, yo sabía que quería más, no me quería conformar con una vida monótona, de rutina y como yo lo pienso aburrida.


Algo de lo que siempre estuve segura en mi vida, y que hasta la fecha he estado completamente firme, es que, yo quería y quiero viajar, y fue ahí, cuando saliendo de preparatoria, me puse a investigar y a encontrar maneras en las que pudiera viajar. Siento que cuando somos mas pequeños, pensamos en viajar, y lo primero que se nos viene a la cabeza cuando escuchamos la palabra “viajar” es que implica un costo alto o caro.


Empecé a buscar opciones, como ¿y si me voy a estudiar la universidad a algún otro país?, ¿y si me voy a estudiar inglés? ¿y si solamente viajo? Claramente yo no contaba con el dinero suficiente, y ninguna de estas opciones estaba a mi alcance. Estas opciones se me agotaban cada vez más, hasta que recuerdo a una amiga hablar de un programa que me hizo los ojos brillar, recuerdo las palabras de mi amiga: “¿oye y si te vas de au pair?


A mis 17 años no tenía idea de lo que era una Au pair; les explico:

Au pair es prácticamente ser niñera, pero en otro país. Te puedes ir al país que tu escojas con una familia anfitriona que, a cambio de cuidar a sus hijos, te dan hospedaje, comidas y hasta te pagan al mes por hacer estas actividades. En el momento que supe de este programa de Au pair, no paré de investigar, y encontré varias agencias, a las cuales tienes que pagar cierta cantidad para que te asesoren y te ayuden a encontrar la familia adecuada a ti.


Después de muchos trabajos en campamentos, de vender brownies puerta por puerta, de ser animadora en fiestas infantiles, y de pasear perritos en la calle, por fin logré juntar el dinero para la inscripción al programa de mis sueños, sabiendo que este iba a ser el primer paso del año más increíble que he vivido en toda mi vida.


Logré encontrar una familia en Bélgica. Después de meses de conseguir visas, pasaportes, y documentos, llegó el día más esperado de mi vida, ir al otro lado del mundo.




Cuidé a 3 niños de 4, 6, y 8 años con el nombre de Joannes, Juliette, y Jeanne. Claramente al principio, no les voy a decir que fue todo lo que esperaba, tuve retos, lloriqueadas, berrinches, y hasta mordiscos de niños en los brazos, pero una vez que me acoplé mi corazón nunca había estado tan lleno y feliz por todo lo que pude vivir ese año y toda la gente increíble que conocí. Definitivamente no cambiaría ese año por nada del mundo, y estoy segura de que cada detallito, estuvo destinado a ser; fue un año lleno de aprendizaje, risas, llantos, enojos, gritos, sustos, valentía, y sobre todo amor.


Estoy tan agradecida de poder haber sido parte de una familia increíble que me enseñaron tantas cosas en tan poco tiempo, de poder haber llegado al corazón de 3 niños chiquitos que amo con todo mi ser, y que no sé cómo fue posible que 3 niños chiquitos me hayan enseñado más que nadie en este mundo, y me hayan dado tantas lecciones de vida. Fueron personas que me hicieron sentir tan parte de su familia, que hoy soy feliz de poder decir que tengo una segunda familia en Bélgica por siempre hacerme sentir como en casa, por todas esas platicas, por enseñarme una nueva cultura, por toda la comida increíble.





Es increíble todas las cosas que aprendí que ni sabía que me gustaban, ir encontrando partes de mí en lugares del mundo y en personas que fui conociendo a lo largo de este viaje, personas nobles, personas con un alma libre, auténticas, personas que lo único que necesitan es su propia luz para brillar tan alto como lo deseen, personas que llevan toda su casa en una maletita de 56x35 (y una cafetera) y la van llevando por todo el mundo, personas que hacen lo que hacen por ser felices y no porque importe lo que la demás gente opine, personas felices, con ganas inmensas de vivir y aprender cosas nuevas, sin miedo a salir de su zona de confort.

Fue un año que me enseñó tantas cosas, un nuevo idioma, toda la nueva comida que probé (hasta caracoles), todas esas pláticas llenas de vino y cervezas belgas, yoga, meditación, aprendí a comer pan con Nutella para desayuno y papas a la belga (francesa) cada miércoles (por cierto las papas son de Bélgica no de Francia), aprendí a andar en bici a pesar de la lluvia, tormentas, viento, y nieve, salir en la noche de fiesta y tener que tomar el primer tren de la mañana siguiente. Aprendí que las cosas no siempre salen como se planean y salen aún mejor, aprendí a confiar en mi misma y que cada persona en este planeta es única y no hay nada más bonito que eso, aprendí a dar todo por mis sueños y a nunca rendirme, aprendí a sonreírle a extraños en la calle, aprendí a dejar las excusas a un lado.


Ahora veo que mi indecisión, me ha llevado lejos, a no conformarme, a seguir probando cosas nuevas, a nunca dar las cosas por hecho, a seguir retándome, a salir de mi zona de confort, y me ha llenado con ganas de vivir la vida al máximo.


Y así fue que comenzó mi viaje en este mundo, ahora soy la persona más feliz, trabajando en una empresa que me llena el corazón, con personas increíbles que sé que compartimos un mismo sueño, el de viajar con causa. Y con muchas ganas espero mi próxima aventura.



Jessica Gebara

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